147 años cumple Rubén Darío, el padre del Modernismo

El 18 de enero de 1867 nace en Metapa, antigua ciudad de Nicaragua, Félix Rubén García Sarmiento, mejor conocido como Rubén Darío, debido a que -cómo él mismo explica en su autobiografía- un tatarabuelo suyo era de nombre de Darío, y toda la población lo conocía a él y a sus hijos como los Darío.

Poeta, escritor y diplomático, sobre su primeros años escribió:

«Yo supe del dolor desde mi infancia,
mi Juventud… ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan sus fragancias,
una fragancia de melancolía…».

Joven solitario, observador, de carácter triste y meditabundo, los primeros libros que leyó fueron Don Quijote, de Miguel de Cervantes, por quien sentía una gran admiración expresada en su Soneto a Cervantes; las obras de Fernández de Moratín; Las mil y una noches; la Biblia; Los oficios de Cicerón; La Corina, de Madame Stäel; un tomo de comedias clásicas españolas, y La caverna de Strozzi, del francés J.J. Regnault de Warin.

A los trece años adquiere fama de poeta niño con la elegía Una lágrima, publicada el 26 de junio de 1888 en el diario El Termómetro, y poco después colabora en El Ensayo, una revista literaria.

Un año más tarde se traslada a Managua, colabora en los diarios El Ferrocarril y el Porvenir de Nicaragua, y en 1882 se embarca, por primera vez fuera de su país, hacia El Salvador, donde con la recitación de un poema suyo inicia la conmemoración del centenario de Bolívar.

«El presidente (Rafael Zaldívar) había resuelto que fuese yo -la verdad es que ello era honroso y satisfactorio para mis pocos años- el que abriese oficialmente la velada que se dio en celebración del Centenario de Bolívar», escribió.

Sin embargo, tiempo después pierde el apoyo gubernamental y tras enamorarse y derrochar todo su dinero, enferma de viruela y en octubre de 1883 regresa a su país natal.

Ya en Nicaragua, estrena una obra de teatro titulada Cada oveja…, y el 5 de junio de 1886 viaja a Chile, donde es discriminado por la aristocracia de ese país debido a su color de piel.

Mas no todo es negativo, en Chile conoce al poeta Pedro Balmaceda Toro (quien firmaba sus obras con los seudónimos A. de Gilbert y Jean de Luçon), hijo del entonces presidente de Chile, José Manuel Balmaceda Fernández. Su amigo Pedro es quien, en marzo de 1887, publica su primer libro de poemas titulado Abrojos, y le consigue un puesto en la Aduana, en Valparaíso.

Pero es hasta que conoce al poeta salvadoreño Francisco Gavidia, que empieza a interesarse en la poesía francesa e intenta por primera vez adaptar el verso alejandrino a la métrica castellana, revolucionándolo rítmicamente.

«Surgió en mí la idea de renovación métrica, que debía ampliar y realizar más tarde», dijo, y en julio de 1888 publica Azul..., el libro que da inicio a la literatura modernista.

El éxito del libro se debió especialmente a dos cartas escritas por el novelista español Juan Valera, publicadas en el diario madrileño El Imparcial, y en otros medios latinoamericanos. Tiempo después, en 1890, Darío publica en Guatemala, la segunda edición del libro, al que agrega, como prólogo, las dos cartas escritas por Valera.

En dichas cartas, escritas el 22 de octubre de 1888, Valera comenta: «Todo libro que desde América llega a mis manos excita mi interés y despierta mi curiosidad; pero ninguno hasta hoy la ha despertado tan viva».

Comenta que Azul.., «está impregnado de espíritu cosmopolita», y que «se entrevé, aunque no hace gala de ello, que tiene el concepto cabal del mundo visible y del espíritu humano». Finalmente, comenta sobre Darío: «No hay autor castellano más francés que usted».

En El Rey Burgués, escrito en Azul…, Darío expresa su concepto de arte: «El arte no viste de pantalones, ni habla burgués, ni pone los puntos en todas las íes». Además manifesta su deseo por la dignificación de los pueblos originarios cuando escribe: «Busco la raza escogida que debe esperar, con el himno en la boca y la lira en la mano, la salida del gran sol».

Convertido en un famoso escritor, trabaja como corresponsal en el diario La Nación de Buenos Aires, de mayor difusión en toda Hispanoamérica. Es nombrado también director del diario La Unión, en San Salvador y el presidente colombiano Miguel Antonio Caro lo designa cónsul honorífico de Buenos Aires.

En Nueva York conoce al poeta cubano José Martí, y en París, donde pasa algunos años de su vida, tiene un decepcionante encuentro con el poeta Paul Verlaine, a quien admiraba tanto o más que a Víctor Hugo.

También en París, en 1901, publica la segunda edición de sus Prosas profanas, publicado por primera vez en 1896, el cual contiene su reconocido poema Coloquio de los Centauros.

Más tarde, en 1905 publica, en Madrid, Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas, donde se define «con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita», y pronostica el dominio territorial, cultural e incluso militar que llegaría a tener Estados Unidos (EEUU) en el resto de América. Al respecto reprocha:

«¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?».

1905 es también el año de Salutación del optimista y su poema A (Theodore) Roosevelt, presidente de Estados Unidos entre 1901 y 1909. A Roosevelt, «el futuro invasor» le escribe:

«Crees que la vida es incendio
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones. No».

En mayo de 1914, al instalarse en Barcelona, publica Canto a la Argentina y otros poemas, al estalla la Primera Guerra Mundial regresa a América, para defender el pacifismo.

Finalmente fallece el 6 de febrero de 1916, a los 49 años de edad.

El 25 de febrero de 1920, en su honor la ciudad donde nació cambia de nombre al de Darío. Sus restos descansan en la catedral metropolitana de León, Nicaragua, nombrada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Patrimonio Mundial de la Humanidad.

AVN

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