William Ospina comenzó a transitar el camino de las letras a los nueve años. Aunque “mi casa no era casa de libros y mi pueblo no era pueblo de libros”, encontró su verdadera pasión en las líneas de La odisea, de Homero.
Criado en el poblado de Padua e hijo de un padre cantor, relata que su relación “casi furtiva” con los textos y su cercanía con la música lo hicieron escritor “sin que me diera cuenta”.
La ávida necesidad de encontrarse con las palabras lo llevaron a dar un paso en falso: comenzar a estudiar Derecho. Confiesa que aunque intentó dedicarse a la prensa, “no era muy bueno como testigo de la actualidad y averiguador de la noticia”. Asegura que su habilidad es la de un periodista de opinión que plasma sus sensaciones y hace crónicas.
—¿Qué ha significado la poesía en su vida?
—Compañía, consuelo, un motivo de alegría, un desafío al lenguaje y a la memoria. Para mí es siempre una pregunta.
—¿Qué lo inspira?
—La vida como fenómeno. He sentido la necesidad de ahondar en el pasado de nuestro continente. Hemos sido muy parciales y pobres en la lectura de lo que ha sido la formación de nuestras culturas. Nuestro mestizaje es una riqueza. Pertenecer a varias culturas es mejor que ser parte de una sola.
Ospina afirma que escribe para contarse historias a sí mismo y que no tiene la ambición de ser leído por mucha gente. No obstante, como sabe que otros van a leerlas, las relata con claridad, sencillez y sinceridad.
“Antes de escribir siento la necesidad de dibujar. Siempre tengo una libreta y hago rayas, no soy un dibujante, pero sí hago trazos. Si no entretengo las manos y la imaginación de esa manera, no encuentro el camino para empezar a escribir algo concreto”, añadió.
—¿Escribirá sobre Venezuela?
—Me encantaría hacerlo. Algo que me gusta mucho de Venezuela es que, por muchas razones distintas, ha conservado su naturaleza, sus bosques, sus árboles. La vegetación es espléndida y la cordialidad humana es maravillosa.
Yennifer Calvo/Ciudad CCS
