Banda Marcial de Caracas celebró sus 150 años en la Plaza Bolívar

Banda-Marcía

El cielo se cerró como esperando que los músicos terminaran de afinar sus instrumentos, mientras la gente en la Plaza Bolívar tenía la sombra ideal para esperar por la retreta que celebraría los 150 años de la Banda Marcial de Caracas.

Fue como una conspiración de la naturaleza para que los habitantes de la ciudad asistieran a esta actividad organizada por la Alcaldía de Caracas y del Gobierno del Distrito Capital.

La banda, considerada Patrimonio Artístico de la Nación, tenía como invitados a un ensamble de joropo, conformado por Vicente Hernández, en el arpa; Segundo García, en la bandola, y Samuel Amaya, en el cuatro.

También estaban en la celebración los jóvenes de la Fundación Joropeando y los cantantes Sergio Tachón y Fátima Sulbarán. Todos esperaban las cuatro en punto de la tarde para recibir al director José Manuel Guerrero y arrancar con lo que saben hacer: deleitar a la gente con su música.

Arpa, cuatro, bandola y maracas abrieron la fiesta con el sonido de Ojos del color de los pozos, interpretada por Fátima Sulbarán, quien continuó con Voz y copla, para demostrar el porqué desde hace algún tiempo viene siendo la voz estelar de la Banda Marcial de Caracas.

Ambas ejecuciones fueron acompañadas por dos parejas de jóvenes sonrientes que dieron cátedra sobre la manera de bailar el joropo llanero.
Vicente Hernández y Segundo García se destacaron en la interpretación de Concierto en la llanura, obra clásica de Juan Vicente Torrealba, además de un pajarillo, donde la danza de la agrupación Joropeando se llevó lo mejor de la ovación que les tributó el público asistente.

Quienes frecuentan las tardes dominicales de la Plaza Bolívar esperaban con ansia la llegada del segundo segmento, porque que en éste participaría un cantante que se ha transformado en un ícono del conjunto: Sergio Tachón.

Luego de que Fátima Sulbarán interpretara un bolero llamado Tú eres la música que tengo que cantar, Tachón derramó su voz con el pasodoble titulado Nuevo Circo, a la vez que dio licencia para la salida de los asiduos bailadores que se dedicaron a mover el cuerpo.

La amenaza de lluvia continuaba, pero las canciones pasaban de joropos a guarachas sin hacer caso del tiempo. A las cinco llegó el final que no podía ser otro que el Alma llanera, de Pedro Elías Gutiérrez.

Ciudad Caracas

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