Mujeres venezolanas cosechan la siembra de Argelia Laya

Argelia Laya era la penúltima de los hijos de los barloventeños Rosario López, militante de la Agrupación Cultural Femenina, y el Coronel Pedro María Laya, partícipe de movimientos armados contra el dictador Juan Vicente Gómez.

Nacida en una hacienda de cacao, en el estado Miranda, el 10 de julio de 1926 y fallecida el 27 de noviembre de 1997, hace 17 años , buscó desde niña saber cómo era el mundo que la rodeaba para años más tarde convertirse en una luchadora incansable por el respeto a los derechos de la mujer en Venezuela.

Inspirada en los pensamientos y enseñanzas de su madre sobre la igualdad que debía existir entre las mujeres y los hombres, Argelia siempre recordó sus palabras: «Ustedes son hijos de un negro, ustedes no deben aceptar nunca que los humillen por negros y ustedes son mujeres y tienen que defender su condición de mujeres», recoge el artículo Argelia Laya: La voz que no calla de Luciana Mcnamara publicado en el portal Encontrarte.

A la edad de 19 años Laya se graduó de maestra. Tiempo después fue enviada al Colegio República de Panamá, situado en La Guaira, estado Vargas, para realizar una campaña de alfabetización, recuerda una nota del diario Correo del Orinoco.

Allí defendió el derecho de las mujeres a la educación, la participación cultural y la capacitación; participó en la formulación del Plan Nacional «Educando para la Igualdad», donde se establecieron los principios y estrategias para una educación por la paz y la justicia, con fundamento en la erradicación de toda forma de discriminación por sexo, en el sistema y proceso educativo, reseña una nota sobre Laya publicado en el portal del Partido Socialista Unido de Venezuela.

Argelia también se abocó a la defensa del derecho de las jóvenes embarazadas a no ser excluidas del sistema de educación, con lo que creó un precedente histórico y puso en la palestra pública el derecho universal a la educación que tienen las jóvenes embarazadas y del que disfrutan actualmente las nuevas generaciones.

Luego llegó a ser Secretaria de Organización adjunta de la Federación Venezolana de Maestros y en el Colegio de Profesores de Venezuela, en La Guaira.

Desde esa instancia colaboró activamente en la Junta Directiva de la Asociación de Periodistas y Escritores de la capital varguense, y fue vicerrectora de la Universidad Popular Víctor Camejo Oberto. También fue Secretaria de Organización en la Unión Nacional de Mujeres, y en la Legión de Mujeres Nacionalistas.

La firmeza de sus ideales la llevaron a ser militante clandestina del partido Acción Democrática que en sus inicios estuvo contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Luego se retira de esta organización, dado que había «olvidado su programa (…) su política, su estrategia y sus planes de gobierno no se correspondían a las necesidades del país y mucho menos a la oferta que, como partido político, había hecho a los venezolanos».

Laya se unió al Partido Comunista de Venezuela y posteriormente junto a un grupo de ex-directivos del PCV fundó el Movimiento Al Socialismo, trinchera política que presidió, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar un cargo de esa altura en un partido político venezolano.

Su legado no se resume a una época sino a una historia de vida que sentó las bases para una nueva lucha por la reivindicación social, histórica y legal de la mujer venezolana.

Parte del resultado de la obra iniciada por Laya puede verse en la creación, en tiempos de Revolución, del Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género, así como programas de atención integral en los que se brinda apoyo a quienes son víctimas de violencia.

También forman parte de esa cosecha la creación y reforma de la Ley Orgánica sobre el Derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia, en la que se condena con pena de cárcel a todo aquel que incurra en delitos como femicidio, inducción al suicidio de una dama, así como maltrato físico, verbal, emocional y psicológico.

En 1985, Argelia Laya, ofreció ante el Parlamento venezolano un discurso que recoge su lucha de años: «Eliminar todo tipo de discriminación hacia la mujer es una obligación del Estado, del gobierno, de las organizaciones no gubernamentales y de los partidos de la oposición (…) Asumo si, el dolor ajeno como propio, si lo asumo. No demagógicamente ni de manera oportunista, porque yo no he gobernado en este país, y lo asumo como propio y ojala todos los gobernantes, parlamentarios, congresantes, concejales y ministros también lo asumieran como propio porque entonces podríamos atacar la pobreza crítica, el desempleo, el hambre, la desnutrición y le encontraríamos solución a los problemas».

AVN

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