EFEMÉRIDES | Hace 101 años falleció la extraordinaria pianista Teresa Carreño

Hace 101 años, el 12 de junio de 1917, falleció María Teresa Carreño, extraordinaria pianista, compositora y directora de orquesta, una de las más grandes virtuosas de la música de Venezuela y el mundo.

Tras padecer quebrantos de salud, falleció a las 7 de la noche, en su residencia, ubicada en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Sus cenizas fueron traídas a Venezuela en 1938 y reposan en el Panteón Nacional, desde el 9 de diciembre de 1977. En su honor, el Complejo Cultural de Caracas, inaugurado en 1983, lleva su nombre.

Desde muy niña mostró su inclinación por la música. Cuando tenía apenas 8 años, sus padres la llevaron a Nueva York, donde debutó en el Irving Hall, el 25 de noviembre de 1862, causando gran asombro en el público por su magistral interpretación.

En 1863, actuó como solista en la Filarmónica de Boston. Seguidamente, viajó a Europa, donde fue aclamada por el público de París, Madrid, Edimburgo, Londres, como la niña prodigio. Sus viajes se extendieron por toda América, Australia, Nueva Zelanda y África del Sur.

A los 20 años de edad se casó con el violinista de fama internacional Emile Sauret (1873); el matrimonio duró solo dos años. En 1876, contrajo matrimonio con Giovanni Tagliapetra, con quien creó la compañía de conciertos Carreño-Donaldi Operatic Gem Company, que alcanzó gran fama mundial.

El gobierno venezolano la invitó para que diera unos conciertos en Caracas, pero los prejuicios sociales de la época la perjudicaron, ya que por ser una mujer divorciada, los aficionados a la ópera le hicieron un gran vacío.

La pianista se destacó en Berlín como solista de la Orquesta Filarmónica de esta ciudad en 1892, tras lo cual se casó con el pianista Eugene D’Albert.

En 1895, enfrentó un nuevo divorcio y se casó por cuarta vez, en 1901, con el hermano de su segundo marido, Arturo Tagliapetra.

Entre las piezas más conocidas de Carreño, considerada la mejor pianista de su época, está el vals Teresita, dedicado a su hija, Himno a Bolívar y el Cuarteto para cuerdas en si bemol.

Su último concierto lo ofreció en La Habana, ciudad que la había visto triunfar en marzo de 1917. Antes del concierto fue advertida por el oculista, del peligro de muerte en que se hallaba, por lo que debía suspender los conciertos y volar a Nueva York. La pianista no obedeció y actuó brillantemente.

Los críticos de La Habana no creían en su enfermedad, se portaron irónicos en sus crónicas. Una de ellas decía: «Esperamos que la señora Carreño se mejore pronto y que pueda aún, a pesar de su avanzada edad, dar muchos conciertos… en Nueva York».

Carreño señalaba que la cultura general de un artista era indispensable para la proyección específica de su arte particular. Por ello se complacía en señalar en sus clases la importancia de la simple observación de la [naturaleza], del estudio de los seres humanos como hombres y como creadores, del conocimiento de la arquitectura, de la narrativa y de la poesía. En cuanto al piano en sí mismo, como instrumento físico de apoyo, conocía las cualidades técnicas y sensitivas del ejecutante.

Prensa Digital MippCI

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