Problemas de origen

El candidato derrotado carga en su mochila herencia que su clase social le imprimió como sello candente de costra y equívoco histórico.

Dolencia de los tiempos descrita como burguesía mercantil y usuraria, tan poco respetable que Arturo Uslar Pietri dijo eran: “Gente hundida en la anarquía, sin concepción de nacionalidad (…) agentes torpes de la pobreza, atraso y la destrucción”.

Dolorosamente los nacidos en 1990, hoy seres de 30 años, difícilmente conocen la historia de 1958 para acá. No la vivieron; tampoco se las enseñaron; ni siquiera los dotados de gran memoria podrían referir eventos políticos del inmediato pasado, pues les han borrado la conciencia histórica. Lo cual genera indiferencia y dolor por ausencia de referentes.

Escenario que facilita a los corsarios políticos hacerse, para nuestra pena, “insignes”.

Cómo entender al muchacho perdedor si no es en el contexto de su cuna, la derecha. Cómo esconder su racismo; desprecio social por la gente de a pie; o atávicos ancestros explotadores. Su autoritarismo.

Cómo poder entender que en él exista realmente una idea de progreso, como no sea en exclusivo para la clase que lo acunó, formó y protege.

También, demuestra una aversión filosófica a servirse de la racionalidad y cuyas peroratas difícilmente encajan en un Pequeño Larousse Ilustrado de la política.

Ser que por mera e inconsciente idiosincrasia desprecia las carencias del pueblo y se recluye en una conciencia atontada por los articulistas que le dan bomba diariamente. En fin, todo un mal de ancestros, sin posible vacuna, ni psiquiatría.

Tulio Monsalve

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