El 27-N “nos costó sangre y fuerzas” pero “fue fundamental para la salida de Carlos Andrés Pérez”

En los ojos del capitán Eliézer Reinaldo Otaiza Castillo se puede revivir el asalto a Miraflores, uno de los combates más encarnizados que formaron parte del levantamiento militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, el 27 de noviembre de 1992.

Cuando rememora ese día, sus pupilas reaccionan ante los disparos de los soldados del régimen y se congelan ante las imágenes de sus hombres masacrados. Dos décadas después, aún sufre el dolor por la muerte y vive para ser fiel a esos recuerdos.

El testigo excepcional de aquel día reconoce que nunca aparta su espíritu de lucha, guerrero y rebelde que casi le cuesta la vida en la gesta.

Días previos al 27-N

Para el licenciado en Ciencias y Artes Militares, los preparativos del 27 de noviembre de 1992 fueron el 4 de febrero, por lo que no se pueden ver solos o aislados.

“Siempre he denominado al 27-N como la prolongación del 4-F. Quizá no tan sorpresivo; fue mucho más previsto, contundente y violento”, comentó, en entrevista exclusiva para el Correo del Orinoco.

“Yo estuve detenido desde la madrugada del 4 de febrero. A partir de allí comencé a estar preso cada 7 días porque la legislación de entonces no permitía tenerte 8 días en prisión. Por eso me tenían 7 días, me soltaban 1 día y luego volvían a detenerme. Así estuve por alrededor de dos o tres meses en investigaciones. Luego me separaron del cargo que tenía como oficial de escolta de la Comandancia del Ejército y luego me plegué al movimiento y caímos presos”, rememoró.

En ese proceso “fui recibiendo el apoyo popular que vino luego el 4 de febrero; también la orientación del presidente Chávez. Siempre lo conocí de oficial; era mi profesor e instructor desde la Academia Militar. Yo era un cadete cuando lo conocí y desde los primeros días tuve la referencia de sus clases de historia militar y cátedra bolivariana”, comenta el actual presidente del Instituto Municipal de Deporte y Recreación de la Alcaldía de Caracas.

Otaiza aclaró que no sabía de toda la rebelión cómo tal, porque aunque estaba participando desconocía los detalles o quién fuese el Jefe, pues todo era clandestino. Luego del 4-F y el ‘por ahora’ se identificó con Hugo Chávez y sus primeros lineamientos.

“Después del 4-F la presión en los cuarteles aumentó mucho; el gobierno mandó a cientos de oficiales a formarse en Estados Unidos. Era muy difícil para los que estuvimos presos”, confesó.

-¿Entre ambos levantamientos el gobierno y Ejército venezolanos le dieron más importancia a la inteligencia militar?

– Por supuesto que sí, porque el 4-F los tomó a todos por sorpresa, pero para el 27-N penetraron todos los movimientos de nosotros y las persecuciones e investigaciones se incrementaron.

A pesar del asedio no dejaron de organizar la rebelión y a Otaiza le correspondió, junto con otros oficiales, incorporar nuevos militares al movimiento. Muchas veces estuvieron preparados para un nuevo levantamiento antes del 27, pero se vieron obligados a abortar por las delaciones. El 18 de junio de 1992 desertó del Ejército, y cuando lo iban a apresar recibió el mensaje de Chávez para que pasara a la clandestinidad porque venían nuevas acciones.

Otaiza recordó que en la clandestinidad conoció a muchos militares y viajó por todo el país a pesar de que los órganos de seguridad estaban tras su captura. “Para entonces (Raúl Alvarez) Bracamonte había desertado de las filas con algunas armas. Había dado muchas declaraciones y se presentaron fotos con las armas. Después de que lo capturan, salió con el pelo pintado y comenzaron a descalificar al movimiento. Es cuando me corresponde, por instrucciones del Comandante en Jefe, salir públicamente y hablar del movimiento de resistencia”.

Entonces “comencé a conocer mucha gente de la izquierda como Nicolás Maduro, Ernesto Alvarenga, el flaco Francisco Prada y Douglas Bravo. Por esos días me tiraron varios allanamientos y casi me capturan en una ocasión. Asesinaron a varias personas que estaban conmigo en el 23 de Enero y a otros de Catia que trabajaban conmigo en la custodia y el transporte por todo el país”, dijo.

La historia de María

-El presidente Chávez dio a conocer en el libro “Cuentos del Arañero” que usted entró a Yare disfrazado de mujer para liberarlo con un plan intrépido que incluía por los menos tres helicópteros. Cuéntenos sobre ese pasaje.

-Una de las razones por las cuales no se daba el levantamiento era porque algunos de los que participaron en los preparativos para el 27-N se estaban discutiendo los cargos de Comandante del Ejército o de los ministerios.

En las reuniones se discutía el futuro de Chávez. “Había algunos, inclusive, “que no reconocían el liderazgo de mi Comandante y pensaban que deberían volver a los cuarteles como un oficial más o salir del país. Algunos reconocían como jefe a Douglas Bravo”.

Todo eso “me llevó a intentar salir de la cárcel, porque también teníamos la información que iban a matar a Chávez y teníamos que protegerlo. Efectivamente hice varios trabajos de inteligencia, varias veces entré disfrazado de mujer a las cárceles de Yare pero también a Fuerte Tiuna, Lino Clemente y otros espacios donde iba personificando a una mujer que se llamaba María. Luego se supo que era yo y las cosas se fueron complicando. Hubo la operación para sacarlo, pero al final no llegaron los helicópteros”, apuntó.

-¿Pero el presidente Chávez no estuvo de acuerdo con ese plan?

-No, mi Comandante nunca lo aprobó porque el sitio estaba demasiado asegurado pero tampoco tenía la información que manejábamos nosotros que habían órdenes de matarlo. Tampoco sabíamos que mi Comandante había hablado ya con los custodios y mucha gente que estaba dispuesta a protegerlo. Por eso mi Comandante nos pidió que no ocupáramos tropas en Yare y las dispusiéramos en otras partes. Aún así hubo la operación pero nunca llegaron los helicópteros.

“Lo que sí hice fue dar un ultimátum en el movimiento para fijar la fecha del levantamiento, porque todos los días había nuevas delaciones y gente nuestra caía”, indicó.

También estaba el grupo “que no reconocía el presidente Chávez y la gente que nos pedía armas y luego que las conseguíamos se desaparecían o nos delataban. Nosotros teníamos una posición muy dura y radical. Inclusive llegamos a hacer fuerza y dijimos que íbamos a tomar medidas contra ellos”.

La decisión de incluir a Yare, San Carlos y Lino Clemente en las operaciones se tomó porque la mayoría de los oficiales rebeldes estaban presos allí, aludió Otaiza.

“A mí en particular me correspondió ir a Miraflores y ese punto le tocaba a las fuerzas especiales de la Armada pero no llegaron. Nos dejaron solos allá”.

El asalto al palacio

¿Cuántos hombres participaron en el asalto a Miraflores con usted?

-Oficiales éramos 4; entre las tropas y los agregados civiles llegábamos como a 100. ¿Qué pasó? Que en los primeros intercambios de disparos quedamos entre 4 y 10 personas aisladas. La mayoría de la gente que teníamos no estaba bien entrenada. A algunos los hirieron y otros se fueron. Al primero que hirieron fue a mí, con dos impactos de FAL y al oficial que estaba junto a mí lo hirieron y luego lo remataron. Los 10 soldados nuestros que quedaron vivos se entregaron y allí mismo los remataron a todos, incluido a mí, solo que me hice el muerto y me dejaron allí.

-¿Qué tiempo duró ese combate. Cuánto pudieron penetrar a Miraflores?

-Nosotros logramos romper el primer cerco. Allí desarmamos a los que estaban y los esposamos y continuamos al segundo cerco. Cuando íbamos a pasar ese y estábamos listos para enfrentar el tercero y último para entrar a Miraflores, llegó un escuadrón de la Guardia Nacional y otro de la Disip que nos cercaron y nos mataron a la mayoría.

-A usted y también a Jesse Chacón los medios privados y voceros de la oposición los han acusado de matar a unos soldados luego de maniatarlos con alambres. ¿Qué tiene que decir sobre eso?

-A mí me acusan de haber fusilado a varios centinelas. Primero hay que decir que hubo bajas de ellos porque aquello era un combate, ellos nos dieron duro con todo. Nosotros pudimos desarmar a unos soldados y les pusimos unas esposas, pero allí solo hubo un herido y ningún muerto.

-¿No se ató con alambres a los detenidos?

– No, solamente usamos esposas. Cuando pasamos el segundo cerco nos mataron a casi todos, incluido a mi teniente. Los dos primeros tiros que me dan a mí fueron a unos 25 metros de distancia con un FAL y el proyectil me impacta en el coxis, casi a la altura de la columna, y otro en la femoral. Cuando pasa esto comienza un fuego cruzado, pero ya nosotros ni podíamos disparar.

-¿Qué armas tenía en ese momento?

-Tenía pistolas, ametralladora Uzi y unas granadas que usamos para abrirnos paso como elemento de disuasión. Cuando ellos se dieron cuenta de que quedamos solo unos 10 nos dan con todo, nosotros habíamos herido a uno solo de ellos, habíamos detenido a 5 pero luego aparecieron como 12 muertos de ellos por el fuego cruzado, porque empezaron a disparar como unos locos. Por eso te digo que no hubo chance de amarrar a nadie. Para mí tener un prisionero o una baja era una carga. Mi objetivo no era matar a nadie, ni siquiera encontrar a Carlos Andrés Pérez, sino tomar el Palacio, tomar el poder que les correspondía a las tropas especiales de la Armada.

-¿No consideró la retirada al fallar el apoyo de las fuerzas que se habían previsto?

-Claro. Es que en la propia situación yo pedí retirarme. Nosotros teníamos radios con muchos problemas de comunicación, pero a veces lográbamos hablar con Jesse Chacón para pedir refuerzos. Cuando llego a Miraflores y veo tanta fuerza de parte de ellos, doy la orden de no entrar porque era una locura, pero con nosotros andaba un teniente al que también lo habían botado de las Fuerzas Armadas. En las últimas noches de preparación le había comentado que la operación era de “patria o muerte”; que teníamos que entrar a Miraflores como fuese.

Recuerda que cerca de las 5:30 am el teniente le dijo: “Mi capitán, usted nos dijo que esto era de ‘patria o muerte’, así que tenemos que entrar”.

Logra convencerlo de esperar un poco más hasta que llegaran refuerzos mientras se mantenían escondidos en los edificios de la Avenida Baralt. Pero los refuerzos prometidos no llegaron; a medida que pasaban los minutos arribaban al Palacio los hombres de Carlos Andrés.

Confiesa que le comentó a su segundo la posibilidad de ir a Colombia para reorganizarse, pero el teniente insistió en actuar.

“No obstante, me mantuve en la posición de esperar hasta que escuchamos por la radio que estaba saliendo la Fuerza Aérea y el teniente me dijo que yo había dado mi palabra por la patria enfrente de todos ellos. Allí reventé y comenzamos a entrar en el combate. Irónicamente a mí fue el primero que hirieron, él llegó y me dijo que me iba a sacar de allí y apenas dio dos pasos lo volaron, luego vinieron y lo remataron junto a todos los soldados”, contó.

Al filo de la muerte

-¿Qué recuerdos tiene luego de caer herido?

– Después de quedar herido me arrastré hasta meterme debajo de una camioneta porque la plomamentazón era muy fuerte. El chorro de sangre de la herida que tenía en el femoral llegaba a metro y medio de mí. Al verme me arrastraron y me pusieron junto con los muertos. A todos nos dispararon para rematarnos. Allí es donde me dan el tercer tiro en la pierna y me hago el muerto. Había un montón de muertos que serían como 20.

“Cuando estaban en eso se prende otro problema por otro lado y salen corriendo todos. Cuando me veo solo me arrastré unos 10 ó 15 metros hasta donde había unos señores y les dije que por favor me sacaran de allí. Un señor me monta en un carro para llevarme al hospital y entonces disparan contra el carro y lo hieren. Allí es cuando llega un compañero que me reconoce y monta unos guardias de honor que están heridos y entra a Miraflores con el carro”, contó.

Ya en Palacio lo reconoce el general González González y lo manda al hospital escoltado con todos los heridos.

Allí lo ponen donde están los muertos y se llevan a los que estaban graves y los que eran leales al gobierno. “A mí me pusieron con los muertos, inclusive me lanzaron una manta por encima, pero llegó un residente que me encontró un leve pulso y me subió por el ascensor para luego meterme en el quirófano; allí me desvanecí y después supe que había llegado con tres puntos de hemoglobina, varios paros respiratorios y cardíacos. Casi muerto”, dijo.

“Después llegó el DIM hasta el quirófano para ‘interrogarme’ y los médicos le dijeron que yo estaba al morirme, que esperaran solo un momento para llevarme. Entonces me operan y me ponen en recuperación. El jefe del Hospital Militar, el coronel Suárez Galeano, estaba con nosotros en el movimiento y evitó que me sacaran del hospital. Más tarde el baipás que me habían hecho en la femoral se dañó y tuvieron que meterme otra vez en el quirófano, lo que me dio más tiempo hasta que llegó más gente y eso evitó que la policía militar me sacara de allí. Mi hermano llegó al día siguiente; él estaba preso y lo liberaron para que me fuera a ver y también hizo de todo para que no me sacaran.

Al cuarto día abrió los ojos y se vio rodeado de los soldados heridos de Carlos Andrés Pérez.

“Estaba lleno de equipos en terapia. Cuando volví a abrirlos, todos habían muerto y estaba vivo solo yo. A los siete días me quitaron todos los equipos y me esposaron en una habitación. Me quitaron hasta los medicamentos y entonces es cuando el propio presidente Chávez comenzó a reclamar por los derechos humanos, el padre Olaso y mi madre comenzaron a moverse junto a otros para salvarme la vida. Tenía unas infecciones horribles porque el colón me había explotado por tres lugares. Tuve fiebre de 40 y 41 grados durante casi mes y medio. Las enfermeras me llevaban los medicamentos escondidos en las ropas íntimas”, relata.

Todas esas acciones contribuyeron a salvarle la vida, además de su juventud y buen estado atlético, formado por la práctica profesional de la natación que lo llevó a integrar la selección nacional del deporte hasta 1987.

“Fue una situación bien difícil y por supuesto que nunca me puse a derecho porque estaba consciente de lo que había hecho y no creía en la justicia”, acotó.

Otaiza comentó que después le tiraron a la opinión pública encima y lo tildaron de asesino. Lo ponen como uno de los más peligrosos y fue juzgado como por 20 delitos. Lo enjuiciaron y le dictaron una sentencia de 27 años.

Estigma mediático

-Desde ese momento fue un enemigo de los medios privados. ¿Cree que lo han estigmatizado?

-En los medios siempre se ha estigmatizado a todo lo que sea revolucionario. Yo soy un combatiente y estoy siempre en el combate. He tenido que causar bajas y me han disparado porque así es el combate en la Revolución. Tampoco me vendo ni ando negociando con la burguesía. No le pico el ojo a los medios para que me hagan publicidad, ni ando con narcisismos. Simplemente trato de cumplir con el postulado revolucionario del pueblo, humildemente, con errores seguramente. Yo era el escolta del comandante del Ejército, un oficial brillante antes de haberme alzado, y justamente por irme a la rebelión me han visto siempre como un traidor o un bicho delincuente.

Mencionó que los medios lo satanizaron por la Constituyente cuando apenas “era un muchacho”, también, por su trabajo en la Disip y por “sacar a los gringos de allí”.

Añadió: “Yo fui formado por la inteligencia de los Estados Unidos con la CIA. Que haya levantado las banderas de la rebelión y la Revolución no han podido perdonarlo”.

-¿Luego del 27 de noviembre la CIA intentó contactarlo?

– Desde que estaba en Miraflores y era jefe de seguridad del Comandante llegó la CIA; el servicio secreto estadounidense entrenó a

la escolta de Chávez. Parte de esa escolta son los que lo secuestran el 11 de abril y algunos se fueron luego para Estados Unidos. Siempre han intentado acercarse a mí y en cierta ocasión se me presentaron con los pasajes y todo. Siempre ha habido esa oferta, pero hoy estoy en los listados del FBI por ser uno de los hombres más peligrosos y me vinculan con movimientos terroristas internacionales.

“Siempre he dicho que soy como un cheerleader para la oposición; ellos se excitan conmigo y les gusta porque soy un hombre muy crítico, y cuando las cosas están mal hechas las digo muy fuerte así se pinten de rojo, rojito. No soy perfecto, pero sí creo en la Revolución y he visto morir muchos compañeros por esto”, evocó.

-¿Qué legado dejó a este país y a la Revolución el 27-N?

-El 27-N fue fundamental para la salida de Carlos Andrés Pérez. Nos costó sangre y fuerzas, fue un acto bastante violento pero terminó de romper la estructura que habíamos herido el 4 de febrero. Fue una batalla liberadora y de compromiso con la palabra empeñada. Una cosa es la parte romántica, las palabras que se puedan decir en apoyo de la Revolución, y otra es como lo que pasó ese día: demostrar que estás dispuesto a todo por la Patria. Para mí el 27-N sirvió para liberar con la acción militar.

-Si tuviera la capacidad de cambiar algo del 27-N, ¿qué haría?

-Es algo muy personal pero me siento responsable por los compañeros que murieron cuando yo pude sobrevivir. Esa es una herida que siento en el pecho, todos los días me levanto y me acuesto con eso. Rezo por ellos y pido bendiciones.

“Si en algún lugar ha habido Revolución ha sido en la Fuerza Armada”

-¿Qué tan difícil le ha sido para usted y su espíritu rebelde amoldarse a esta etapa de la Revolución?

-Muy difícil, sobre todo en la inteligencia racional porque no se trata de retroceder sino de avanzar, solamente que sin el uso de la fuerza. Cuando uno está acostumbrado a tener las armas, no tener que usarlas es una gran responsabilidad. Ahora hay nuevas con las que estamos derrotando al enemigo, como el pasado 7 de octubre. Siempre tenemos al 27 de noviembre y a la batalla de Carabobo aquí, latente.

“El día que el presidente Chávez decidió irse por la vía electoral, después de que salió de la cárcel, fui el último en salir en agosto. Recuerdo que el Comandante me decía: ‘vámonos para la calle a hacer el movimiento político’, y yo le decía: ‘no, mi Comandante, vamos a quedarnos presos aquí toda la vida, tenemos que ser como Mandela’. Era parte de ese espíritu rebelde de muchacho y mi Comandante tenía razón. Hemos tenido que asumir este nuevo tipo de batalla, con la rebeldía siempre vigente pero con la prudencia necesaria que implica primero el reconocimiento de un jefe, porque cualquiera de mis compañeros hoy son generales y yo era capitán cuando aquello”, relata.

Por ejemplo “yo ahorita me pudiese creer general y estar a la vanguardia o pedir espacios y cargos porque si no, me alzo, o porque a mí me deben, o porque soy un intocable”, comentó.

-¿Por qué no lo ha hecho?

-Porque tengo convicciones y primero creo en Chávez, es mi primer ejemplo porque no se se ha hecho millonario con el poder o negociando con la oligarquía; no le ha importado que lo estigmaticen o le pongan etiquetas porque fue, por ejemplo, el que le dio la mano al pueblo cubano en rebelión. Conozco a muchos que se han molestado con el presidente Chávez, que consideran que los ha traicionado porque no les ha dado espacios políticos, porque hay gente que quiere ser gobernador o tener cargos ministeriales.

Agregó: “He tenido cargos ministeriales y me han dicho que venga para un instituto municipal y aquí estoy, porque lo más importante es una Revolución es ser revolucionario. Mis grandes paradigmas son Chávez y el Che, además de Fidel que mantuvo vivo el movimiento revolucionario en el continente”.

Hoy siente una deuda con sus compañeros del 27-N. “Siento un compromiso con ellos; todos los días tengo una oración por ellos, una reflexión y un recuerdo de los principios con los que hemos llegado hasta hoy”, confesó.

Advirtió que también que hay gente corrupta, “haciendo negocios y que engaña al presidente Chávez”.

“Hay gente del 4 de febrero que anda camuflada, otros que son traidores y se han ido a vender a los gringos. Hay gente del 4-F que se cree intocable y usa el nombre de mi Comandante para su beneficio. Yo, gracias a Dios, he aprendido a no ser intocable, a ser lo más sencillo y humilde posible”, remarcó.

-¿Extraña los cuarteles y el mundo militar?

-Sí. Extraño todo, desde el fororo, la diana, la disciplina militar, el idealismo y la belleza de los cuarteles, pero lo cierto es que yo he llevado mis cuarteles a todas las instituciones. Mi disciplina y mi moral las he llevado porque soy un soldado que no necesita uniforme ni la diana para levantarse y seguir en la lucha por esta Revolución.

Revolución hay en la FANB

-Cada cierto tiempo algún vocero de la oposición deja correr rumores sobre divisiones en los cuarteles o diferencias entre altos oficiales. ¿Qué opinión le merecen estas campañas?

-Si en algún lugar ha habido Revolución ha sido en la Fuerza Armada; mucho más que en las universidades o en los ministerios, porque allí hay conciencia patriótica sobre todo por la dirección de mi Comandante en Jefe. Él ha estado al frente dirigiendo los adiestramientos, la supervisión, la doctrina, ascensos, entrenamiento y el equipamiento. Nada más la entrada de las mujeres es un cambio de paradigma importantísimo y habernos quitado la doctrina gringa de la cabeza. También el sistema de armas que tenemos hoy, ruso y chino. Hay gente que ha llegado con la vieja doctrina cuartelaria y vertical de Pérez Jiménez a cargos y sabemos de militares que han reaccionado y han votado contra el presidente Chávez. Pero cuánto es eso, yo diría que no llega ni al 5%.

-¿Es posible hoy un levantamiento militar contra la Revolución?

-Yo no lo veo, no lo creo. Más bien creo que habría un levantamiento ni no siguiera la Revolución. Si alguien intenta parar esta Revolución creo que habría un problemón. ¿Quién se va a levantar hoy contra la Revolución? Las mujeres por ejemplo que hoy son pilotos de aviones y helicópteros, a las que hoy disfrutan de igual participación que los hombres. En el ejército bolivariano, patriótico y libertador tenemos una doctrina que a veces no se entiende fuera de los cuarteles. Hoy rendimos tributo al Bolívar de carne y hueso y no al de porcelana que veneraban los militares que se formaban en el Norte. Igual sabemos que hay mucho dinero, operaciones de inteligencia y mucha gente interesada en crear desunión y tumbar la Revolución, hacer actos de sabotaje o robar haciéndose pasar por revolucionarios. Considero que en esta etapa hemos pasado a la ofensiva y la Fuerza Armada de hoy está muy sensible con el postulado del Libertador. Hoy tenemos el gran reto de construir un nuevo mundo sin guerras, con mayor igualdad social.

Correo del Orinoco

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