“Cuando me dieron el segundo tiro me desangré y pensé: estoy muerto”

Hace 20 años jóvenes bolivarianos y revolucionarios del Ejército venezolano y cuadros de oficiales de la Fuerza Aérea Venezolana (FAV), protagonizaron el segundo intento de deponer el gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez (CAP).

Uno de esos jóvenes, es el capitán del Ejército, Eliézer Otaiza, quien conversó ampliamente sobre su participación durante el 27 de noviembre de 1992. Confiesa que a pesar de que no se alcanzó el objetivo deseado, “el 27-N fue una estocada para Carlos Andrés Pérez que lo sacó del poder definitivamente”

Agregó que se rebelaron contra el sistema imperante porque “había mucha corrupción y mucha presión en la calle. La decisión definitiva la tomé después del 27 de Febrero de 1989. Dije: ¡Ya! ¡Hay que alzarse! Ese día nos utilizaron para reprimir al pueblo, mientras el ministro (Ítalo del Valle) Alliegro haciendo fiestas, bonchando”.

Desde el mismo lugar del combate donde su humanidad recibió dos disparos, reveló que la operación comando del 27-N, se inició a las 9:00 pm el día 26 de noviembre y él comandaba un grupo de 33 personas, entre oficiales, suboficiales, soldados y civiles. Otaiza estaba combatiendo entre la esquina de Piñango y Prevención 4, del Palacio de Miraflores. “A eso de las 3:00 am estábamos en un edificio cerca de la avenida Baralt, esperando para iniciar las acciones y tomar Miraflores”.

No obstante, indicó que Jesse Chacón les hizo llamado para que reforzaran a los compañeros que custodiaban Venezolana de Televisión. “Cuando tratamos de ingresar al canal 8, las tanquetas nos lanzaron armamento pesado, esquivamos disparos de subametralladoras y ametralladoras punto 50 y lanzaron algunos misiles contra los carros”.

Por ello decidieron retirarse y devolverse a Miraflores. A las 5:00 am estaban esperando que la Fuerza Aérea iniciara el ataque y la Unidad de Operaciones Especiales (UOPE) de la Armada pero esta última “nunca llegó porque aparentemente la neutralizaron”.

Confesó que estaba muy asustado “porque en proporción éramos muy pocos, y la gente nuestra no estaba entrenada”. Debido a este factor pensó en retirarse pero su compañero, el teniente Bejarano, no la aceptó y lo exhortó: “¡mi capitán, vamos a entrar a Miraflores”. Reveló que tenían en su contra un nutrido grupo de guardias nacionales (GN) y mucha gente aliada a CAP. “Viendo esto, le hice ver a Bejarano, por tercera vez, que era preferible que nos retiráramos y me insistió: “usted me juró y vamos a entrar! Y bueno, salimos. El primer cerco lo vencimos en la avenida Baralt, hubo un herido de la Guardia de Honor y detuvimos a tres policías metropolitamos”.

Más adelante, describe que por los alrededores de Miraflores había anillos de seguridad y cercos de la Guardia de Honor, y por la avenida Baralt había efectivos de la Disip, guardias nacionales (GN) y en su mayoría PM, lo cual les hacía difícil penetrar al objetivo. Añadió que se sentían desesperados llegando a la entrada de Prevención 4 de Miraflores porque había dos cercos. “Venían unos guardias nacionales desde la avenida Baralt, se bajaron de unos jeeps y comenzaron a dispararnos. Quedamos atrapados entre la Guardia de Honor y los policías metropolitanos”. Después contó que hubo un intercambio de disparos fuertes, lanzaron granadas de mano y disparos de subametralladora. “A mí me hieren la primera vez a las 5:30 am a tres metros del hotel que está al frente del edificio y del Bar Restaurante Damasco. Me dieron en el cóccix e inmediatamente me fui al piso. Para protegerme me arrastro poco a poco hasta meterme por debajo de una camioneta estacionada cerca del hospedaje”. Luego, agregó, que el teniente Bejarano al verlo intenta sacarlo, pero la acción fue infructuosa porque también le disparan. “Él (Bejarano) sigue parado y después cae. Quedamos como tres o cuatro vivos. Ya habían matado a 14 personas del grupo. Un teniente y dos soldados heridos después de entregar sus armas los ametrallaron”, narra.

Aún debajo de la camioneta, el excombatiente recuerda que vienen por él y lo desarman. “El GN le da una patada a la pistola y me dan el segundo tiro que me sale por la femoral de la pierna izquierda y empiezo a desangrarme. Me salía un chorro de sangre de aproximadamente un metro de distancia. Pensé: ¡estoy casi muerto!”. Moribundo se percata de que la GN está recogiendo el armamento y luego hace una fila con los cuerpos de las personas fallecidas. “A mí me agarran por las piernas y me colocan al lado de 10 muertos y me hago el muerto”, acota Otaiza.

Dentro de la angustia hubo un instante de calma que se prolongó cuando sintió que “sorpresivamente”, los GN salieron corriendo y los dejaron solos. “Yo esperé, me hice el loco y cuando vi que no venía nadie, levanto la cabeza y me arrastro rampando hasta la avenida Baralt y le pido a las personas que estaban corriendo: “¡ayudénme, ayudénme! Y en ese instante, la Fuerza Aérea estaba sobrevolando Miraflores y pedía, ‘ojalá que me caiga una bomba para terminar de morirme’. Me sentía en medio del enemigo, pero nunca me entregué a la muerte”. Impulsado por el deseo de vivir, el militar quien iba a ser el número 1 de su promoción y quien se había sumado a la rebelión del 4-F de ese mismo año, expresó que no tuvo temor de perder su carrera militar.“No quería ser el número uno de la corrupción ni el número uno en apoyar un sistema que estaba en contra del pueblo, eso era como ser el número uno en el infierno”, sostiene.

Otaiza vuelve a su relato en la esquina Piñango. “Me agarré por una pierna de un señor y le pedí que me sacara. Le dije que del otro lado de la acera había un carro (Maverick) con la llave pegada. Él lo trajo y me metió como pudo y cuando cerró la puerta me hizo como un torniquete natural que me paró el sangrado, pero cuando fue a arrancar le dispararon y salió corriendo. Ya era como las 6:00 de la mañana, hasta que vino un teniente (AV) amigo que me reconoció y me llevó junto con otros tres oficiales heridos hasta el hospital de San Martín, y al llegar me llevaron a la morgue”.

Estuve en la morgue

El también director del Instituto Municipal de Deporte y Recreación de la Alcaldía de Caracas, Eliézer Otaiza, narra que cuando llegó al Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo ubicado en San Martín, tenía 3.1 de hemoglobina (según revelaron los exámenes). Al ingresar “me pasan para la morgue del hospital y si no es por un médico residente que me toma el pulso me hubiese muerto desangrado. El médico (se llama Damores y es amigo mío) me saca de allí y me lleva inmediatamente para un quirófano. Ya estaba agotado. Ya no tenía fuerzas. Creo que eran las 8:00 am y tenía tres horas desangrándome. Me dieron tres infartos, cuatro paros respiratorios y un infarto intestinal. Me desmayé y lo único que recuerdo es la lámpara del quirófano”. Cuenta que mientras lo estaban operando,“empecé a soñar que me estaban enterrando. Luego vi unos rostros con inquietudes, cosas raras, como si estuviera pasando por un infierno. Después vi una luz blanca, un túnel, una etapa de paz. Hasta que desperté de la operación”.

Como una anécdota relata que durante seis meses estuvo como desertor de las Fuerzas Armadas ( junio-noviembre de 1992). Después del 27-N es sometido a interrogatorios en el Servicio de Inteligencia Militar y en la DIM. De allí se escapa, pasa a la clandestinidad y se ve en la necesidad de disfrazarse de mujer. “Parecía un transformista y me colocaba apodos, entre ellos María. Cuando detienen al teniente Álvaro Bracamonte con las armas, mi comandante Chávez desde Yare me avisa por una carta que haga un llamado a seguir la resistencia”.

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