Carlos Noguera deja 50 años de literatura

 

La mañana de ayer se conoció la noticia del fallecimiento del escritor venezolano Carlos Noguera, quien se desempeñó en sus últimos años como presidente de Monte Ávila Editores, una de las editoriales más importantes del país y de la región.

El ministro del Poder Popular para la Cultura, Reinaldo Iturriza, envió un mensaje de condolencia a través de su cuenta Twitter, en el que expresaba su pesar por el fallecimiento de este narrador y psicólogo venezolano, reseñó AVN.

Pasión por su oficio

Asimismo, el poeta Gustavo Pereira, amigo de Noguera desde los años 60, manifestó su pesar por la partida del creador venezolano, en entrevista con Ciudad CCS vía telefónica: “Es una dolorosa pérdida, no sólo para las letras venezolanas sino para la Revolución Bolivariana que tenía en él uno de sus escritores más lúcidos”.

Pereira recordó la época en la que conoció a Noguera, cuando publicó su novela Historias de la calle Lincoln. Además, lo calificó como un hombre dedicado a su oficio. “Siempre fue un escritor comprometido con su trabajo y, sobre todo, con los anhelos de justicia de este pueblo”, agregó.

En cuanto a las características principales del trabajo literario de Noguera, el poeta considera que hay dos que resaltan: “La memoria. Su obra es un ejercicio de la memoria. Además, él tenía una gran pasión por el rigor de la escritura”.

Un maestro

Por su parte, Marialcira Matute, especialista en literatura y conductora de La Librería Mediática, manifestó: “Además de merecer respeto y admiración por su obra literaria impecable, que le ha valido reconocimientos nacionales e internacionales, el pasar de Carlos Noguera por la vida intelectual venezolana nos hará recordarlo siempre por su serenidad, la profundidad de sus análisis, su erudición, su gerencia entusiasta de Monte Ávila Editores Latinoamericana”.

“Quedará para siempre en el recuerdo su preocupación constante por descubrir y acompañar el surgimiento de nuevas voces en nuestra literatura, el compromiso con el proceso bolivariano al que acompañó de palabra y obra, su tolerancia, su capacidad de poner a conversar en paz a personas de distintos pareceres y el inmenso interés que tenía en que la literatura venezolana se conociera también más allá de nuestras fronteras”, expresó.

Para finalizar, enfatizó: “Hay tantas razones para recordar la vida de Carlos Noguera. Queda su obra, viva en sus libros, para recordarlo y releerlo. Hagamos homenaje a su recuerdo reeditando, releyendo y divulgando su obra maravillosa”.

Tinaquillo lo vio nacer

Carlos Noguera nació en Tinaquillo, estado Cojedes, el 28 de octubre de 1943. Además de novelas publicó relatos y poesía y estudió Psicología en la UCV.

En sus más de 50 años de trayectoria literaria formó parte del grupo En Haa y dirigió la Revista Nacional de Cultura. Entre los galardones que obtuvo está el Premio Nacional de Literatura en 2003, refiere el Diccionario de Escritores Venezolanos.

Su obra poética cuenta con piezas como Laberintos y Eros y Pallas, mientras que en el área narrativa están, entre otras, Historias de la Calle Lincoln, Inventando los días, Juegos bajo la luna y La flor escrita.

Cita en Carnaby (O: una historia sobre Graciela) fragmento

Te ocurrirá algo extraño cuando leas el periódico, Ñato, cuando ya creas que te espera un sábado monótono sin ninguna otra cosa que hacer como no sea llevar el carro al autolavado expreso, leerás en la página de sucesos, a cinco columnas con entrevistas a los funcionarios implicados y un comunicado de Relaciones Interiores que tampoco te aclarará demasiado las cosas, leerás esa noticia que te dejará frío y no te permitirá terminar con el desayuno, lo que te dejará frío y no te permitirá terminar con el desayuno, lo recordarás más tarde durante el día, cuando sientas una y otra vez regresar el sabor agrio y espeso del jugo de naranja.

Pensarás que no te queda más remedio que admitir que se trata de Graciela, y te dolerá esa forma anónima de morir, o mejor: te dolerá admitir que haya muerto, no importa la forma; pero más tarde sentirás un odio oscuro contra todo y leerás la noticia hasta aprenderte de memoria el texto mal escrito y los detalles borrosos de las fotografías.

Recordarás nuevamente cuántas veces se lo advertiste y, nuevamente, no podrás, te costará entender por qué Graciela, por qué precisamente Graciela tan vital ella, tan ajena en el fondo a todas esas motivaciones ideológicas y complicaciones revolucionarias que decía defender, por qué precisamente Graciela, yo que se lo dije tanto, tanto, por qué muerta ahora en un pueblo casi anónimo, unida furtivamente a un grupo que nunca llegó a comprender, lo sé, atada sólo por encuentros fortuitos y aventuras comunes, dirás. Claro que la noticia no aclararía nunca que se trata de Graciela, pero sabes que tú no dudarás en establecer coincidencias: reconstruirás los horarios, creerás recordar palabras, diálogos al azar que te llevarán a ella, recordarás que hoy, precisamente, debía estar de vuelta y aguardarás su llamada o llamarás tú, Ñato, cada hora, temblando, esperando encontrarla siempre.

Lo lamentarás mucho, Ñato, lo sabemos, y volverás a verla tal como lo era, elegante, con sus adorables piernas maquilladas y dulces, flotando debajo de la minifalda color mostaza, y su sonrisa totalmente amplia de crema dental y más arriba los lentes redondos, amplios, sosteniéndose en la punta de la nariz con un equilibrio imposible y detrás de los ojos sonriente siempre y más arriba las hebras rubias; la verás salir nuevamente corriendo decidida, casi a cámara lenta, como corren las muchachas en los comerciales de la TV, casi así, casi, sintiéndose increíblemente bella y segura, como sólo puede estarlo una que se haya criado en tu ambiente, dulcemente protegida desde nena, desde nenita cultivada para los mejores paladares, pensarás esto cuando leas la noticia, o tal vez más adelante, porque seguro que uno no piensa eso cuando le participan la muerte de una amiga, por buena que esté. Pensarás más adelante, y volverás a verla, descansada dentro del deportivo blanco, sin capota, con aquel tremendo pique al arrancar, y la polvareda que levantaba cuando le aplicaba la sobremarcha desde el encendido mismo, con los ocho en V a todo dar, que si uno quedaba atrás apenas podía mirar la amplia cabellera rubia , cuando la neblina amarilla se esparcía y el escape libre nos indicaba dónde iba la liebre, 300 metros más adelante, con el reproductor de doce vatios full y los guantes de cuero perforada y la manita inquieta, inquietándose y tamborileando sobre la consola, a la derecha; o arreglando el retrovisor externo para coquetear o estar lista para hacerlo desde todos los ángulos posibles; debes usarlos, campana, nené, y con talle Saint- Tropez, bien abajo, nada de pana, la pana no es para la playa, y por favor, también blancos, digo los zapatos, ¿quieres?

¡Ah Graciela, que te empeñabas en vestirme! Debiste dedicarte a la alta costura y no a jugar a la guerrillera eso no te dejará nada, ya te lo decía yo desde que te empeñaste en cursar en la Central, no por estar de acuerdo con los viejos, lo sabes bien, porque tampoco la cosa era para sacarte para gringolandia como ellos querían, pero sí que olíamos algo raro, presentimientos, ¿no?, de modo que cuando empezaste a cambiar, a tener amigos extraños, a embarcarnos a nosotros los de tu pata por una reunión de grupo de estudio, ¿te acuerdas?, esto va a terminar mal, es una lástima, fue lo que pensé, te soy sincero: eso fue lo que pensé aunque nunca quise decírtelo, ¿para qué?, no era cuestión de estarte contrariando pero yo lo de los grupos de estudio lo conocía bien, porque algo parecido le pasó a Santi, ¿recuerdas al Santi, el de Altamira? A Santiago también lo embarcaron en lo de los grupos y ya estaba casi convencido, te lo juro, pero la familia lo cachó a tiempo y lo hizo saltar el charco: mejor hippie que traidor a su clase, como dirías tú, ahorita se está dando la gran vida en Londres. Dirás que son distintos: él es Santiago y tú eres Graciela, pero muñeca, él está vivo y tú quizás no.

Ciudad Caracas

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