Con espíritu literario Teresa de la Parra realzó a la mujer ante una sociedad machista

La obra de Ana Teresa Parra Sanojo, mejor conocida como Teresa de la Parra, de quien este domingo se conmemoran 125 años de su nacimiento, aunque es corta se erige como esencial por los temas que expone y el momento en que fue creada: una época cuando la ocupación e interés de la mujer estaba lejos del ámbito literario.

Nació el 5 de octubre de 1889 y a los dos años de edad, pisó por primera vez suelo venezolano donde su infancia transcurrió en la hacienda de caña familiar El Tazón, cercana a Caracas, sin embargo, al contar con 11 años, es llevada a Valencia, España, donde cursa estudios en el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón, y manifiesta su interés por las letras, específicamente la poesía.

Durante esa permanencia en Europa se dedica a leer autores como Guy de Maupassant; Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes se convierten en una gran influencia para su formación literaria.

En 1910, regresó a Caracas y cinco años más tarde comenzó su carrera literaria, con los primeros escritos publicados en revistas parisinas como como Paris Time, Revue de L’Amérique Latine.

En Venezuela, también empieza a destacar sus trabajos, entre ellos los cuentos Un evangelio indio: Buda y la leprosa y Flor de loto: una leyenda japonesa que son difundidos por El Universal y la revista Lectura Semanal, donde firma con el sinónimo de «Fru-fru». En 1920, también publica en la revista Actualidades, dirigida por Rómulo Gallegos.

En 1924 obtuvoel primer premio en un concurso literario en la ciudad de París, organizado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa.

Es en este mismo año cuando publica Ifigenia, su primera y una de más significativas obras, en la que retrata mediante distintos personajes la sociedad caraqueña del siglo XX, que no le permite expresar sus ideas.

«Lo único que considero bien escrito en Ifigenia es lo que no está escrito, lo que trace sin palabras para que la benevolencia del lector fuese leyendo en voz baja y la benevolencia del crítico en voz alta», escribió de la Parra en una carta dirigida a Eduardo Guzmán Esponda, en 1926.

En 1927, viajó a Cuba, invitada a un Congreso de la Prensa Latina, en La Habana, allí dictó una conferencia sobre «La Influencia Oculta de las Mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar».

En Bogotá también dictó tres conferencias sobre la Influencia de las Mujeres en la formación del alma americana, durante la época de la Conquista, de la Colonia y de la Guerra de Independencia.

Dos años más tarde, publica Memorias de Mamá Blanca, su segunda novela que es una relato autobiográfico, en el que ofrece un repertorio literario de la Venezuela que se levantaba en pleno siglo XX.

En 1930, regresó a Europa, donde padece de tuberculosis, enfermedad que provoca su muerte el 23 de abril de 1936.

Sus restos fueron trasladados a Caracas en 1949 y reposan en el Panteón Nacional desde el 7 de noviembre de 1989.

 

 AVN

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