El cine venezolano cumple 118 años con el pueblo como protagonista

 

Este miércoles 28 de enero, el cine nacional cumple 118 años desde su creación en 1897, año en que se estrenaron por primera vez los cortometrajes Muchachas bañándose en la laguna de Maracaibo y Célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa, ambos en el Teatro Baralt de Maracaibo, en el estado Zulia, con la ayuda de un moderno aparato llamado Vitascopio, que colocó a Venezuela a la cabeza de los países de la región en dar inicio al trabajo cinematográfico.

Desde entonces, el cine venezolano ha experimentado una serie de etapas en las que su actividad no ha cesado nunca. En el libro Panorama Histórico del Cine en Venezuela: 1896 – 1993, editado por la Fundación Cinemateca Nacional; se establece cómo el cine pasó de ser una actividad de entretenimiento y élite, a un escenario para la reflexión y la denuncia, donde el pueblo humilde, el niño, la mujer habitante del barrio, siempre fue protagonista.

Al principio, el séptimo arte nacional estuvo influenciado por la actividad política y la represión que se vivió durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, entre los años 1908 y 1935.

En esa época, se lee en el referido libro, predominó «una vida social fundada en la represión política y moral que no permitía ningún vuelo a la imaginación y mucho menos una visión de país que quebrantara los límites impuestos por los indicadores sociales», se lee en el libro editado por la Cinemateca, y que contiene ensayos de destacados creadores del cine venezolano, entre ellos Edmundo Aray.

Sin embargo, tras el gobierno derechista de Rómulo Betancourt en 1950 y hasta la década de 1970, se consolidó una etapa de florecimiento para el cine nacional llamada Nuevo cine social venezolano.

Durante este tiempo, en el que la industria cinematográfica nacional recibió recursos por parte del Estado para producir nuevas historias y llevarlas a la gran pantalla, fueron estrenados importantes largometrajes, uno de los más destacados: Araya, de Margot Benacerraf, estrenada en 1959 e inspirada en la vida de los habitantes de la Península de Araya, Sucre, abrumados por la pobreza y la miseria.

A esta película le siguieron otras inspiradas en temas sociales que describían la situación que atravesaba el país, y que hicieron del cine venezolano una ventana para el reconocimiento del pueblo.

Así lo describe el educador Roberto Martínez Aponte, en su artículo Cine Social Venezolano e Identidad Cultural, en el que describe como los factores políticos, sociales y culturales de la década de 1960, 1970 y 1980, influenciaron la creación cinematográfica.

«En la década de 1970, el Nuevo Cine Social Venezolano se constituyó como artefacto sociocultural y estético, productor cultural de realidades y de modelos de identificación que influenciaron la construcción del imaginario social venezolano de estos años —cuyo motor principal fue— estimular la conciencia de los sectores populares y mostrar el realismo, el compromiso social, la denuncia», expresa Martínez Aponte.

Ejemplo de ello son las producciones Soy un delincuente (1976), película de Clemente de la Cerda que muestra la represión y tortura policial de la Venezuela de entonces; Cangrejo (1987), de Román Chalbaud, que describe el crimen de secuestro en la imagen de un niño; y Macu, la mujer del policía, de la venezolana Solveig Hoogesteijn, que narra la historia de una joven de 16 años, esposa de un policía acusado de asesinar a un grupo de jóvenes. La película fue inspirada en el caso policial bautizado por los medios de comunicación como El monstruo de Mamera, cuyo autor, el policía Argenis Rafael Ledezma, fue condenado a prisión en 1980.

Como resultado de este nuevo cine social, afirma Martínez Aponte, «la discursividad y la visualidad de esta nueva corriente fílmica logro romper con el lenguaje clásico de la comedia y el melodrama heredado del naturalismo a través de la apropiación de los nuevos lenguajes y formas de representación de la modernidad cinematográfica», es decir, rompió con los paradigma de lo que era el cine nacional, hasta ahora desarrollado más hacia el género del documental con fines meramente vinculados con el entretenimiento.

Cine venezolano y su amplia oferta

Con el fin de la cuarta República en 1999, el cine venezolano vio la luz. En diciembre de 1999 Hugo Chávez ganó las elecciones con el 59,76% de los votos, y con ello, se dio inicio a la Revolución Bolivariana, proceso de transformación que generó el desarrollo de políticas nuevas pensadas para el pueblo, su visibilización, desarrollo y cultura.

Fue a través de la Revolución Bolivariana que se creó en 2007 el complejo la Villa del Cine, desde el cual se han impulsado el estudio cinematográfico y la creación de nuevas producciones. También, se fortalecieron instituciones culturales del Estado, entre ella el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (Cnac), que ha financiado producciones nacionales y atraído espectadores a las salas de cine.

La constitución de ambas instituciones han convertido a Venezuela un país ganador de múltiples reconocimientos en diversos festivales de cine internacionales.

Sobre ese tema, el presidente del Cnac, Juan Carlos Lossada reflexiona acerca del impulso que ha tenido el cine nacional con el apoyo del Estado venezolano. Desde 2011, la cifra de espectadores ha aumentado de un millón 350 mil personas a cuatro millones 500 mil personas en 2014, y 25 producciones estrenadas.

«Hoy día Venezuela es el país con mayor oferta de obras nacionales para el público», expresó Lossada en declaraciones recientes al diario Correo del Orinoco.

En relación a las cifra de espectadores, Lossada explicó que éstas deben mantener el ritmo de ascenso que hasta ahora han mostrado. «Estas cifras tienen que servirnos para inspirarnos más, para plantearnos nuevos desafíos. Estas cifras hay que hacerlas crecer» explicó el director del Cnac.

 

 AVN

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