ESPECIAL | Golpe de timón, una guía de rectificación para afianzar el socialismo

Archivo Prensa Presidencial

 

Palacio de Miraflores, Caracas.- Ese sábado se cumplían 13 días desde que 55,07%, de los electores lo habían ratificado en la Presidencia de la República. Era el primer Consejo de Ministros y Hugo Chávez demandó eficiencia en la construcción del nuevo modelo político, económico, social y cultural, haciendo suyas las palabras de quienes lo acompañaron de Sabaneta a Miraflores.

Comenzó a las 3:00 de la tarde, después de un rato “conversando, revisando papeles, documentos, planes y proyectos”. Habló sobre “ser más eficientes”, de la esencia democrática del socialismo y de la transformación de la base económica como sostén de la transición del esquema de la “explotación capitalista”.

“Ese tránsito hay que irlo planificando y ejecutando paso a paso para que podamos ir avanzando de una fase a la otra. Rumbo a la independencia plena de Venezuela, rumbo a convertir a Venezuela en un país potencia”, subrayó aquella tarde lluviosa del 20 de octubre.

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En el salón Simón Bolívar del Palacio de Miraflores, donde una semana atrás había juramentado al Vicepresidente de la República, Nicolás Maduro, detalló que la conversión productiva pasaría por la democratización del poder económico, el cambio del rol del Estado, la autogestión a nivel colectivo, la planificación y la autonomía frente a la internacionalización del capital.

“No se puede separar lo social de lo económico”, sentenció como deliberación primaria de aquel Golpe de timón. Expuso que “en el nuevo ciclo de la transición, de la construcción del socialismo” correspondía “territorializar los modelos” a través de “una red que vaya como una gigantesca telaraña cubriendo el territorio de lo nuevo”, de lo contrario “estaría condenado al fracaso, sería absorbido por el sistema viejo”.

Contra el “monstruo del capitalismo”, Chávez defendía a la comuna como el epicentro del modelo organizativo, político y económico, donde se concretarían los objetivos planteados en el Plan de la Patria 2013-2019. Era una expresión de la nueva hegemonía democrática que distinguía al socialismo del siglo XXI. No obstante, reconoció que habían abandonado a “parte del alma de este proyecto”.

“¿Acaso la comuna es sólo para el Ministerio de las Comunas? Yo voy a tener que eliminar el Ministerio de las Comunas, lo he pensado varias veces. ¿Por qué? Porque mucha gente cree que a ese ministerio es al que le toca las comunas, no. Eso es un gravísimo error que estamos cometiendo, es un gravísimo error que seguimos cometiendo. No lo cometamos más”, exhortó.

No existía siquiera el “espíritu de la comuna”, tanto que “en la mayoría de esos grandes o medianos proyectos que estamos adelantando” no se incluía al poder popular, a la cultura comunal.

“¿Será que yo seguiré clamando en el desierto por cosas como estas? Todos aquí tenemos que ver con esto, desde mi persona, la Presidencia de la República. Aquí en torno a Miraflores debería existir ya una comuna. Todos y todas tenemos que ver con eso”, recalcó en dirección a los 29 ministros sentados alrededor de una gran mesa de madera oscura.

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Silencio. Y como si de su propia vida se tratara, Chávez encomendó a Nicolás Maduro priorizar las comunas como base de la edificación de la sociedad socialista, arista fundamental del Estado social de derecho y de justicia. Esta instrucción sería la hoja de ruta del autogobierno comunitario para el ejercicio directo del poder.

Exigió que los recorridos casa por casa “no sean sólo para la campaña electoral” y se convirtieran en una acción cotidiana, dado que dentro del propio territorio se solucionarían los problemas y no desde Miraflores o la sede de algún ministerio.

Decía que “a veces creemos que todo debe controlarse desde Caracas”, cuando debían establecerse sistemas paralelos coordinados, que resultaran en la regionalización y “de ahí de los distritos motores, las comunas”. No era más que un llamado a la autonomía.

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En su verbo se instaló “comuna o nada”, una proclama que se desprendía del llamado a la autocrítica para rectificar el camino andado en la primera década de la Revolución Bolivariana.

“No es para seguirla haciendo al vacío o lanzándola como al vacío. Es para actuar ya, señores ministros, señoras ministras. Manden a buscar la Ley de las Comunas, léanla, estúdienla”, arengó.

Chávez, dejó constancia que el socialismo no se decreta. Había transcurrido 1 hora y 48 minutos, cuando rechazó llamarle a todo “socialista” y, declarándose su enemigo, apuntó que era “sospechoso” porque “uno puede pensar que con eso, el que lo hace cree que le cambié el nombre, ya está listo”.

“Cuidado”, alertó al ejemplificar su reflexión con el chiste del chigüire y los indios, historia que, según admitió, contaba mejor su hermano mayor, Adán Coromoto Chávez Frías.

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Dejó en la mesa el lápiz que había utilizado para ilustrar de qué iba el entramado social y económico comunal, cuando consideró que no se trataba de construir carreteras, ferrocarriles o infraestructuras, sino de crear una nueva relación geográfico-humana territorial.

Él explicaba que no debían inaugurarse fábricas “que sean como una isla, rodeada del mar del capitalismo” o viviendas que no contaran con una zona industrial o hectáreas de propiedad social que tributarán al desarrollo colectivo.

“Lo que estoy dando es una orden con las reflexiones, para que ustedes ajusten las cosas con los que trabajan y trabajen de verdad en equipo, se comuniquen y trabajemos en equipo y le demos el máximo valor agregado a todo, por más pequeño que sea tenemos que darle ese carácter”, puntualizó.

Instruyó entonces a elevar los niveles de interacción y de coordinación para solventar los nudos críticos, bajo una estrategia de acción conjunta. No permitía camarillas dentro de ningún ministerio, de existir serían extinguidos.

“Si alguno de ustedes ve que se ha venido conformando en algún ente, en algún ministerio esos cotos cerrados, díganmelo que yo tengo el poder que me da la Constitución, que ninguno de ustedes tiene, yo les mando un misil. Ustedes no pueden hacerlo, yo sí y lo hago con gusto, créanme que lo hago con gusto”, aseveró.

Chávez, le daba la razón al pueblo que reclamaba mayor eficiencia en la gestión del Gobierno Nacional. De manera sincera, un tanto avergonzado, indicó que de ahí provenían las críticas de las bases populares “y estas son las razones”.

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Más que estadísticas favorables, pedía resultados concretos. Así pues, a quienes serían sus últimos ministros, solicitó “un esfuerzo más grande, un poquito más grande” y dijo “me comprometo a poner también de mi parte” a favor de los intereses colectivos.

En esa jornada que se paseó por Caracas, Zulia y Falcón, a través de contactos satelitales, Chávez ordenó crear el Sistema Nacional de Medios Públicos, que se encargara de unificar la política comunicacional en correspondencia con las necesidades informativas de la población.

Después de una revisión de la programación televisiva, señaló que debía dársele espacio a la autocrítica. “No le tengamos miedo a la crítica, eso nos alimenta”, dijo cuando se cumplían 2 horas y 59 minutos desde que preguntara “¿estamos al aire ya?”.

Era su legado. Chávez se despediría cinco meses más tarde, dejando una línea de acción clara para “cambiar todo lo que esté mal hecho”, sostiene el presidente de la República, Nicolás Maduro.

“Independencia o nada, comuna o nada”.

Prensa Presidencial / Karelis González

 

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