Kingston, Jamaica.- Jamaica, una pequeña isla enclavada en el mar Caribe germinó por décadas un movimiento cuya filosofía se basa en el nacionalismo y la liberación de los pueblos panafricanos que ha logrado expandirse por todo el planeta.
El Rastafari o la cultura Rasta es conocido hoy como un sello de legitimidad de la preservación de la dignidad humana; con arraigos espirituales que lleva como premisa los valores africanos que abarcan características políticas y sociales.
Se trata entonces de un estilo de vida que busca recobrar la verdadera esencia de los seres humanos y el restablecimiento de la armonía entre los pueblos, bajo una perspectiva de respeto mutuo, principios de amor y unidad.
La cultura Rasta va en contra del racismo, promueve la evolución y el pensamiento crítico y la libertad, razón por la cual podría decirse que comparte los preceptos del ideal bolivariano como sistema de vida.
Jamaica además de ofrecer esta cultura, ha sido epicentro de invaluables hechos históricos entre los que destaca ser el escenario escogido en el año 1815 por el Libertador Simón Bolívar para expresar una de sus más celebres misivas: “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla” (Henry Cullen) mejor conocida como la Carta de Jamaica.
En el visionario texto Bolívar manifiesta la necesidad de unión, libertad e independencia de los pueblos latinoamericanos y caribeños, dejando para las generaciones futuras una hoja de ruta que rescató el líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez.
De esta manera, conscientes de que la única forma de avanzar en el mundo es formando un frente único, venezolanos y jamaiquinos se encuentran hoy por hoy fortaleciendo lazos de hermandad a través de la creación de mecanismos de integración y desarrollo mutuo.
Kilómetros de distancia, diversidad geográfica, pluralidad de hablas y dialectos, pero un mismo ideal: ¡La Libertad! Jamaica y Venezuela al presente siguen en lucha para consolidar volver a las raíces culturales e ideológicas que los une.
Por: Bianca Borrero
