“La oposición no se ha comprometido a nada: sigue con su plan B”

—Las encuestas auguran un triunfo sólido del presidente Hugo Chávez. ¿Es suficiente para confiarse?

—Las encuestadoras serias coinciden en un margen de alrededor de 20%, lo cual a esta altura ya es muy significativo. Pero el indicativo más fuerte es lo que dicen y hacen las naciones que tienen intereses sobre Venezuela y las grandes corporaciones internacionales. Es interesante ver qué están diciendo los dirigentes de ColombiaBrasil, los otros países del MercosurEstados UnidosChina,Rusia. Con sus palabras o con sus actitudes están demostrando que saben quién va a ganar las elecciones.

—¿Vista esa actitud de la comunidad internacional, cree que se aleja la posibilidad de una salida no constitucional?

—No creo, aunque la derrota será significativa, esos sectores no van a ceder. EnNicaragua se ganó con amplio margen y sin embargo presentaron denuncias de fraude. Acá mismo, siempre que ganamos dicen que hubo fraude, aunque nunca tienen pruebas. Hasta en Rusia salieron los opositores a gritar fraude, apoyados por el imperialismo. Saben que será difícil porque ahora tenemos un pueblo organizado o, al menos, consciente, pero igual lo intentarán porque no les importa causar un derramamiento de sangre. Ya sabemos que detrás de ellos está EEUU, que no necesita presentación como fuerza sanguinaria. Si queremos ejemplos actuales ahí están AfganistánIrakLibia y Siria.

—¿La negativa de la oposición a reconocer al Consejo Nacional Electoral prueba que se decantan por el plan B?

—Bueno, el plan B implica nuestra respuesta con el plan “Ch”… A mi entender, la oposición y su candidato no han firmado nada ni se han comprometido a nada. Los demás candidatos firmaron personalmente. Con su rúbrica demostraron que aceptan las reglas. Los que firmaron por él, no lo representan. Él, en términos personales, no ha reconocido al árbitro, lo que hace suponer que la oligarquía apátrida sigue con su plan B.

—Usted que era ministro de Interior y Justicia en abril de 2002, ¿aprecia algún síntoma parecido a los que se presentaron antes de aquellos hechos?

—Síntoma no, porque las circunstancias son otras, pero sí aprecio las intenciones, que son las mismas… y hasta las mismas caras, aunque se pongan piel de oveja. En 2002 estábamos en el Gobierno, pero no en el poder. Ni siquiera la Policía Metropolitana la controlaba yo, como ministro. ¿La Disip era nuestra?, no, tampoco, estaba plagada de funcionarios de la Cuarta República. Lo mismo pasaba en la Fuerza Armada, en Pdvsa, en la producción y distribución de alimentos. Todo eso era del enemigo. La conciencia del pueblo, la organización popular eran incipientes. Hoy sí estamos en el poder porque es el pueblo el que lo está. En 2002 veíamos venir el golpe, pero estábamos de manos atadas. En conclusión: sus intenciones son las de siempre, pero del lado de los buenos, de los rojos, es otro el contendor que tienen enfrente.

—Supongamos que el Presidente es reelecto. ¿Permitirán las fuerzas internacionales hegemónicas que acá se consolide el socialismo?

—Para EEUU, como imperio y vanguardia del capitalismo mundial, somos factor clave de su seguridad, su sobrevivencia depende de mantener a nuestros países como suministradores seguros de materia prima y mano de obra barata, y compradores de toda la basura que producen sus empresas. Un cambio de modelo acá los afecta sensiblemente, no sólo porque necesitan nuestro petróleo sino porque proponemos un mundo multipolar, sin hegemonías. Por eso debemos esperar fuertes arremetidas, no sólo ahora, por el proceso electoral, sino de manera permanente y cada vez más intensa.

—Usted le vio la cara fascista a Henrique Capriles Radonski, cuando él y Leopoldo López lo detuvieron ilegalmente, el 12 de abril de 2002. Al oírlo hablando de paz y reconciliación, ¿qué piensa?

—Pienso que no engaña a nadie. El pueblo está suficientemente formado y lo conoce, sabe que no está capacitado para ejercer el cargo al que aspira, que no tiene la ética, la generosidad, la magnanimidad que debe tener un jefe de Estado. No es algo personal: él representa una clase social llena de odio y desprecio por el resto de los venezolanos.

—¿Luego del papel crucial que tuvo en la liberación de rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas, a las que los opositores le vinculan frecuentemente, diría que hoy las FARC están derrotadas?

—Para nada, en absoluto. Derrotar a una guerrilla es muy difícil, hay pocas experiencias en el mundo porque una guerrilla no es un problema militar, sino político, económico y social. Mientras no se solucionen las desigualdades sociales, no cesa la razón de ser de la guerrilla. Lo que pasa es que ese tipo de guerra tiene fases: surge como guerrilla rural, luego pasa a la guerra irregular en la que llegan a tutearse con el Ejército profesional. Eso estaba ocurriendo antes de los diálogos de El Caguán. Cuando EEUU intervino militarmente, las FARC no supieron entender el cambio estratégico. Luego sí lo asimilaron y están en una fase de guerra móvil en la que pueden durar décadas sin ser derrotados. No pueden derrotar alEjército colombiano, apoyado por los millones de dólares y la tecnología deEEUU, pero ese poderío tampoco vencerá a un pueblo en armas. Por eso lo lógico es un proceso de paz en Colombia y que las fuerzas populares busquen, como enVenezuela, acceder al poder por la vía constitucional.

La Revolución lo hizo marxista

Ramón Rodríguez Chacín ha dado lugar a tantas leyendas urbanas que ya es una leyenda urbana viviente. A fuerza de escuchar cuentos uno espera que llegue a la cita bajando a rapel por los monolitos de Los Próceres y que lo custodien cuatro matones. Nada de eso: llega manejando su carro y sólo su joven esposa es testigo de la entrevista. Teniendo cierta autoridad en la materia, el redactor de esta nota se atrevería a decir, incluso, que Rodríguez Chacín es un tipo tímido.

Capitán de navío de la Armada, nacido en Santa AnaAnzoátegui, fue uno de los primeros especialistas venezolanos en grupos de comando y como tal, combatiente antiguerrillero en los 70 y 80. “Me enfrenté a los que ahora son mis camaradas –dice–. Fui formado por el aparato militar de la Cuarta República y era como esos boxeadores profesionales: con quien me mandaran a pelear yo iba y le daba con todo”.

Sin embargo, niega una de sus tantas leyendas: “No estuve en los hechos de El Amparo –enfatiza–. Si hubiese participado, la derecha lo habría utilizado para destruirme”.

Dos veces ministro de Interior y Justicia, este hombre de 62 años reconoce que cuando se alzó, el 27 de noviembre de 1992, no era marxista, sino un nacionalista asqueado de lo que pasaba. “La Revolución me hizo estudiar y tomar conciencia: ahora soy un marxista convencido”.

Rodeado siempre de enigmas, en una ocasión hasta rodó la versión de su muerte. Y es tanta su leyenda urbana que él mismo lo desmintió… y no le creyeron.

YVKE

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