No es frecuente en la literatura venezolana hallarse con autores como Earle Herrera, quien en su obra ha abordado de manera ejemplar los diversos géneros de la escritura (a excepción tal vez del teatro y la novela) como en fervorosa polifonía, más que como acucioso polígrafo. En sus distintas expresiones (narrativa, crónica, ensayo, poesía) los libros editados hasta ahora por él a lo largo de las tres últimas décadas han ido conformando un universo que no rehuye la cotidiana realidad, ni lo conceptual, ni lo onírico, ni mucho menos la imaginación, egregia loca, como se sabe, de la casa. Para su espíritu alerta y sensible ningún camino —la vida, el arte, el amor, la muerte— traza o fija rumbo ni destino, dado que «el lugar del caminante son todos los lugares».
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