“Si no fuera por los soñadores aún estaríamos en la edad de piedra”

 

Gustavo Pereira

El poeta Gustavo Pereira –margariteño universal- pareciera que está abrazado a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Siempre que se habla de la Constitución, alguien por allí dice: “Y no te olvides, el Preámbulo lo escribió el poeta Gustavo Pereira”. Ese conocimiento ya es general. Y ahora que la Constitución arriba a sus 15 años, otra vez, periodistas y profesores y académicos, vuelven a buscar al poeta.

Y estas preguntas van más por los lados de las palabras y la poesía y la imaginación, es decir, por el principio, es decir, por el Preámbulo.

— ¿Después de escribir tanta y tan buena poesía, no le parece un contrasentido que su texto más leído y publicado sea el preámbulo de la Constitución bolivariana de Venezuela?
— No he aspirado a otra cosa en la vida que intentar ser fiel a la poesía y a mis ideales y a ello me he dedicado desde que tengo uso de razón. Pero no resulta fácil sustentarse con versos porque la poesía es la única cosa en el mundo que el mercado no ha podido convertir en mercancía, por lo cual desde muy joven, como casi todos los poetas que conozco, he tenido que trabajar en otros oficios, además de cumplir responsabilidades devenidas de esos ideales como aceptar, por ejemplo, acompañar a mis camaradas en la Asamblea Constituyente de 1999. Haber sido el autor de unas palabras que fueran aprobadas como Preámbulo por la inmensa mayoría de la Asamblea entre varios propuestos, formó parte de mi cúmulo de deberes. Hija de la razón sensible, indispensable servicio público –por cierto el único servicio público que se ejerce en privado- la poesía no tiene por qué manifestarse sólo en versos. Como querían los surrealistas, ella vive allí donde lo verdaderamente humano palpita.

—Dice un pasaje bíblico: “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”, ¿todavía sanan las palabras?
– Las palabras pueden sanar y matar, elevar y sepultar. Recuerdo un caso en la historia de la literatura en que unas palabras fueron capaces de matar. Las escribió el poeta griego del siglo VIII a.C., Arquíloco de Paros, para vengarse de lo que consideró una humillación, y eran unos versos que provocaron el suicidio de sus destinatarios, padre e hija. El caso fue célebre en su tiempo. Pero en esencia la palabra sirve para revelar la realidad aunque también para deformarla. Talleyrand, quien llegó a hacer del cinismo en la política un culto del que en gran medida se benefició Napoleón, decía que la palabra servía para ocultar el pensamiento. Así como la impudicia, la vileza y la truhanería degradan la palabra la poesía la dignifica, y con la poesía los más altos y nobles sentimientos e ideales de los seres humanos.

—Dice el Preámbulo de la constitución. “…con el fin supremo de refundar la República…” ¿Se ha refundando la república?
—No sólo lo dice el Preámbulo, se deriva de todo el texto constitucional. Lamentablemente la refundación de una república no se parece en nada a aquellos actos imperiales y unívocos en que un colonizador clavaba una estaca, trazaba un cuadrante y fundaba un pueblo. El asunto es algo más que la voluntad de llevarlo a cabo. Una república es la suma de sus partes, y las partes tienen nombres, apellidos, intereses, mentalidades. En la Constitución se habla de un Estado de derecho y de justicia en una democracia participativa y protagónica que debe empezar y se propuso sustituir lo injusto por lo justo, lo inmoral por lo ético, lo despreciable por lo encomiable, lo anárquico por lo ordenado, lo lóbrego por lo radiante, lo indigno por lo digno, lo estéril por lo fecundo, lo caprichoso por lo necesario, lo eventual por lo planificado, lo perverso por lo virtuoso, lo avieso por lo bondadoso, lo procaz por lo decoroso, lo mío por lo nuestro, lo egocéntrico por lo solidario, lo aristocrático por lo democrático. En fin, y aunque no aparezca así etiquetado porque toda etiqueta no es más que un recurso pedagógico, el capitalismo por el socialismo. Ese camino se empezó a andar y no han sido pocos los tropiezos y las frustraciones, pero ¿quién que no esté obcecado puede negar lo conquistado? Nadie ha puesto brújulas a las bolas de cristal, pero la rosa de los vientos fija con el corazón rumbos que no pocas veces la razón desconoce.

—También habla el Preámbulo de un “estado federal y descentralizado que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común…” ¿No hay allí mucha poesía?
—Si no fuera por los soñadores aún estaríamos en la edad de piedra. Hay una clase de sueños que soñamos despiertos para intentar convertirlos en realidades y si no se soñaran nadie sabría que existe aquí, latente, un más allá. Y si el sueño de la razón puede engendrar monstruos, el de la imaginación crea nuevos universos. Einstein decía que la imaginación es más importante que el conocimiento.

—¿Le ha dado muchas satisfacciones el texto del preámbulo de la Constitución?
—Me ha deparado cariños insospechados junto a las sospechadas o consabidas descalificaciones, pero sobre todo ha transformado mi vida en un constante peregrinar que ha generado mi actual fobia por los aeropuertos y sus humillaciones. En ellos las he sufrido todas. Venciendo mi timidez y mi recato, llevo 16 años en esos trajines, intentando cumplir esos otros deberes con los compañeros y compañeras, de avión en avión, y de carretera en carretera. Y ahora el camarada Cronos me ha pasado su ineludible factura y me recuerda que tengo libros por escribir y deseos de reencontrarme con lo abandonado.

—¿Se podría pensar en publicar una versión corregida del Preámbulo de la Constitución?
—Claro, aunque no de mi parte, porque nada es eterno, y menos aquí. La eternidad es una palabra que los humanos inventamos para intentar burlarnos de la muerte, pues lo único cierto es que formamos parte de un todo en constante mutación. Cada hechura humana no sólo es perfectible sino pasajera, y la dialéctica de lo que llamamos vida hace que todo se transforme en su infinito camino hacia lo desconocido.

— ¿No hay nada que corregir en el preámbulo?
—Seguramente sí, y otros lo sabrán mejor que yo. Mientras tanto, como el dinosaurio de Monterroso, él sigue allí, en su pequeño papel de amable portero hasta que otro (u otra) ocupe su lugar.

Roberto Malaver | Hoy Venezuela

El preámbulo
El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad; en ejercicio de su poder originario representado por la Asamblea Nacional Constituyente mediante el voto libre y en referendo democrático, decreta la siguiente Constitución.

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