Una caída de agua de 75 metros de altura invita al ecoturismo en Portuguesa

A tan sólo dos horas de Acarigua y entre una montaña que limita con el estado Lara se encuentra un salto de agua de 75 metros de altura: El Chorro San Miguel. Es la cascada más alta de la región llanera y está ubicada en el municipio Ospino, en pleno corazón del estado Portuguesa.

Es un escenario natural de excepcional belleza al cual se llega por una angosta e intrincada vía que obliga a cruzar fríos riachuelos para adentrarse en un bosque tropical húmedo, poblado de caobas, orquídeas y palmas.

Las puertas para entrar a este corredor ecológico se abren en la parroquia La Estación de Ospino. Desde allí hay que transitar 23 kilómetros en vehículo de doble tracción para llegar al caserío San Pablo, emprender una caminata de 800 metros en subida, pasar por el poblado Santa Lucía de Los Altos y atravesar un puente colgante para acercarse a esta majestuosa caída de agua.

El recorrido es, sin duda, una aventura turística que permite disfrutar del contacto directo con la naturaleza, invita a la preservación del medio ambiente y hace posible, desde arriba, divisar casas y hasta una especie de pozo azul que se forma por el paso ininterrumpido de los arroyos.

Paraíso terrenal

Los habitantes de los pueblos que preceden la llegada a El Chorro San Miguel sirven de guía en esta travesía. Con amables sonrisas orientan y animan a los visitantes a transitar por esta carretera de piedra rodeada de plantaciones de café y pequeñas caídas de agua que van mostrando el encanto natural que se avecina.

«El camino es difícil, pero no imposible de sortear», indica Julio Arismendi, excursionista que anualmente se traslada de Acarigua a El Chorro San Miguel para «respirar profundo y disfrutar de la semicircunferencia de árboles y plantas que lo rodea».

Refiere que ha ido a este paraje natural tanto en invierno como en verano y durante todo el año el follaje permanece verde: «En época lluviosa el chorro se disfruta a plenitud, es más caudaloso».

Arismendi sostiene que «ir a El Chorro San Miguel es llegar a un paraíso terrenal» que aún es inexplorado por los propios portugueseños, debido a lo difícil del acceso

Comenta que el viaje puede hacerse en dos horas, promedio, y preferiblemente en grupo para no desorientarse entre tanto bosque. El recorrido se hace en un día, ida por vuelta, con ropa cómoda, zapatos deportivos y equipaje liviano donde no falten agua y alimentos.

«Es una maravillosa experiencia que permite reencontrarse consigo mismo, con la madre naturaleza y con la esencia de la vida», expresa.

Puede solicitarse apoyo a guías turísticas de la Alcaldía de Ospino o de los comités municipales ambientalistas; sin embargo, para Arismendi «las mejores guías son las cálidas sonrisas y las miradas de los campesinos que te encuentras en el camino».

Rutas naturales

El Chorro San Miguel es uno de los destinos naturales que promociona el Fondo de Turismo (Fondoturismo) de Portuguesa a través de rutas naturales que invitan a adentrarse en su gran riqueza acuífera o en lugares apropiados para quienes pretenden hacer de su paseo una verdadera aventura.

Aparecen en esta programación Las Grutas de Los Guácharos, ubicadas en la zona alta del municipio Araure. Para llegar a ellas hay que partir de la Quebrada de Armo y recorrer a pie 1,5 kilómetros. Son dos cavernas en cuyo interior se observan distintas formaciones rocosas, guácharos y otras aves nocturnas que habitan en el lugar. El recorrido es de ocho horas, aproximadamente.

Otro de los destinos de Portuguesa incluido en estas rutas turísticas naturales es el Tobogán de la Montaña, a 510 metros sobre el nivel del mar. Es una laja enorme de 133 metros de largo con una pendiente de agua que se desliza y produce un ruido singular en la zona montañosa protectora del Sistema de Embalses Boconó-Tucupido, entre los municipios Guanare y San Genaro de Boconoíto.

Este tobogán también sirve de mirador y alberga en campamentos a visitantes que de noche se dedican a observar animales en alto riesgo de extinción, como el venado matacán y el paují copete de piedra, así como árboles de varios años de existencia, entre ellos saquisaqui, caoba y un mijao de extraordinaria altura que tiene un grosor de 7,40 metros de diámetro.

AVN

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