Venezuela tiene conciencia política e institucional para evitar que nos lleven a una guerra civil

Foto: Francisco Batista
Foto: Francisco Batista
Foto: Francisco Batista

Palacio de Miraflores, Caracas Un golpe de Estado continuado, contemplado en el modelo de guerra no convencional para acabar con la Revolución Bolivariana, es lo que enfrenta el Gobierno Bolivariano —de forma más expresa desde el pasado 12 de febrero—, pero que la conciencia nacional, la solvencia moral e institucional contrapone con gallardía.

En entrevista exclusiva con representantes del periódico londinés The Guardian, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, coloca en su justa dimensión el alcance del agravio contra la Patria, que intenta socavar la democracia y dar pie a una intervención extranjera.

Los objetivos del ataque están tácitos, en primer orden, el presidente Maduro establece el socavamiento definitivo de la Revolución Bolivariana en América Latina y el mundo como nuevas formas democráticas de poder social y en segundo lugar “ponerle la mano al petróleo venezolano”, la principal reserva hidrocarburífera en el mundo.

Consultado sobre la posibilidad de una guerra civil, el jefe del Estado enfáticamente responde: “Es el plan de quienes mandan, financian y dirigen este golpe de Estado continuado (…). Ahora, no han podido ni podrán: Venezuela tiene una sólida unión civicomilitar, un pueblo organizado, muy organizado en lo social, político y territorial y ejerciendo el poder permanentemente; además una Fuerza Nacional Bolivariana con un liderazgo patriótico y una legitimidad constitucional, electoral y política”.

Con énfasis, el jefe de Estado despeja cualquier duda: “Venezuela lo tiene todo para seguir derrotando estos planes y evitar que los poderes del mundo nos lleven a una guerra civil”.

Le explica a los reporteros que el plan combina distintos métodos para preparar fuerzas de choque que enfrenten a la democracia, apoyándose en los problemas económicos que cada país siempre tiene.

Los corresponsales ingleses insisten en la dimensión de la protesta que la dirigencia de derecha o mejor dicho, su militancia, mantiene en algunas ciudades del país, a diferencia de lo ocurrido en el 2002, cuando lograron perpetrar un golpe de Estado. En esta oportunidad, el Presidente venezolano les explica: “Estamos enfrentando la síntesis de todos los modelos golpistas contrarrevolucionarios que durante 15 años se han intentado contra la Revolución Bolivariana”.

Ahonda en detalles y refiere el líder venezolano que hoy, a diferencia de hace doce años, la Revolución Bolivariana —desde el punto de vista institucional, político, popular y militar— es mucho más fuerte y está más consolidada.

Pero se detiene en distinguir lo que define como “una gran diferencia”, pues en esta época histórica “físicamente el comandante (Hugo) Chávez no está, con toda su potencia, su liderazgo, convencimiento, movilización de fuerzas nacionales e internacionales y es precisamente el motivo por el cual los factores de poder de la élite imperialista de Estados Unidos prepararon y decidieron lanzar una ofensiva total para debilitar, quebrar y derrocar a la Revolución Bolivariana”.

Un problema económico maximizado

Las fallas en el desabastecimiento, el acaparamiento y el contrabando de extracción hacia Colombia son estrategias que han influido para disparar la inflación y generar así un malestar social que justifique un conjunto de acciones o protestas civiles, que generen violencia y con ello las imágenes de violencia que les sirvan en su accionar comunicacional para justificar un proceso de aislamiento internacional que derive en una intervención política, diplomática y “no se descarta hasta una intervención militar”.

La reflexión del presidente Maduro sirvió para explicar al equipo reporteril inglés que “en Venezuela no hay una protesta por razones económicas y sociales, en Venezuela hay un plan para derrocar al Gobierno y han montado un escenario para mostrar al mundo que hay unos jóvenes estudiantes reprimidos por un gobierno autoritario para evitar que expresen sus justas protestas, así es como opera la llamada ‘guerra no convencional’: utiliza el poder mediático mundial para vender al mundo una realidad virtual y a partir de ahí montar una política de acoso y así destruir a la Revolución Bolivariana”.

El presidente Maduro insiste en referir que aún con los problemas coyunturales, sociales o económicos por los que atraviese un país, no puede justificarse la interrupción del hilo constitucional, y mucho menos que se ataque a universidades, escuelas o hasta centros de abastecimiento de alimentos: “Eso hace ilógica su protesta”, dice, tras reiterar lo que la Constitución de la República y todo el cuerpo legal de la nación establece: la existencia de plenas libertades para la protesta pacífica”.

Insistió además en lo que ha repetido desde el inicio de las protestas: el diálogo, y por ello reitera: “Si los movimientos que se conocen estuvieran protestando y lo hicieran de forma democrática y pacífica, tendrían este palacio presidencial abierto; pero quieren cabalgar sobre problemas magnificados por la guerra psicológica y mediática para justificar su plan de destrucción”.

Pueblo, garantía de paz

En la conversación con los reporteros británicos, el Presidente venezolano refuerza lo que para él es la clave del coto que se le está dando a la escalada de violencia, la conciencia del pueblo. Asegura entonces que “la Revolución Bolivariana tiene tanta ascendencia, legitimidad, liderazgo y trabajo social, pues atiende tantos temas vitales para nuestro pueblo que nuestro pueblo ha sabido superar y pasar esta larga coyuntura desde la muerte de nuestro Comandante hasta nuestros días en paz”.

Agrega: “El pueblo es la garantía de la paz y la garantía de las victorias tempranas que estamos alcanzando ante este intento de golpe de Estado”.

En este momento “la clase obrera, los humildes, sostienen la estabilidad política de la Revolución y la paz del país, y estamos frente a lo que algunos han llamado ‘la rebelión de los ricos’. Acá los pobres celebran su estabilidad social y los ricos protestan».

Por: Marynés Ladera

 

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